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CAPITULO 2

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LA NUEVA HISTORIA INTERMINABLE

Cap.2- La lagrima de cristal




A medida que seguían adelante, el viento cobraba nuevas fuerzas, redoblándolas, con la intensidad amenazadora de un ciclón. Daba la impresión que todo lo que les rodeaba confabulaba para impedir el avance de los dos amigos.
   Pero aquello no intimidaba a Atreyu.
   Con una voluntad imperturbable luchaba contra la tempestad, poniendo a prueba las exhaustas fuerzas de un muchacho agotado frente a la furia incontenible y destructiva de la naturaleza. Al no poder ver el camino, tropezaba y caía, dañándose los brazos y las piernas, pero volvía a incorporarse rápidamente, ignorando su dolor, y continuaba avanzando. La idea de que el posible Salvador estaba en peligro no abandonaba su mente.
   -¡Atreyu!-oyó gritar a Fújur tras él.
   El chico se volvió, pero no logró vislumbrar nada.
   El viento era tan fuerte que debía utilizar todas sus fuerzas para dar un solo paso, y eso le cansaba enormemente.
   -¿Fújur?-preguntó-. ¿Dónde estás?
   No recibió ninguna respuesta. Sólo el silbido furioso del vendaval.
   -¡Fújur!-gritó al viento-. ¡Si esto es una de tus bromas, no tiene gracia!
   Sin embargo, Atreyu, en el fondo, sabía que aquello no era una broma de su amigo.
   Buscó a tientas a su alrededor, pero no le encontró. Ni a Fújur ni ninguna pista que pudiera indicarle su paradero.
   Simplemente había desaparecido. Se había evaporado como por arte de magia en la oscuridad.
   Atreyu esperó, pero no apareció.
   No estaba allí.
   Sintiéndose confundido y consternado, se dejó caer en el suelo. Estaba confuso y no sabía qué debía hacer.
   -¡Fújur! -volvió a gritar a pleno pulmón. Pero fue inútil, porque el rugido del viento apagó su voz, empequeñeciéndola.
   -Fújur... ¿dónde estás?
   En aquella situación de desaliento, el valiente chico que siempre había sido, se convirtió en un muchacho desanimado, con los ojos arrasados en lágrimas. El viento silbaba violentamente a su alrededor, ensordeciéndolo por momentos, azotando su rostro y sus desnudos brazos. El frío le entumecía los miembros. Cerró los párpados pesadamente, y no pudo evitar que la mente se le llenara de recuerdos de los viejos tiempos, cuando él era pequeño todavía y vivía con su tribu, los Pieles Verdes. Entonces era un niño corriente, como sus compañeros, y no un héroe. En ese momento de fatalidad, casi deseó seguir siendo un cazador más, y poder correr por el Mar de Hierba con Ártax, su fiel caballito, que murió en las aguas de los Pantanos de la Tristeza.
   -Fújur... -susurró-. Una vez perdí a mi querido Ártax... Ahora no puedo perderte también a ti...
   Volvió a escuchar el grito de agonía de la muchacha y, sin pensarlo dos veces, se puso en pie, y empezó a correr en la oscuridad, luchando contra el furioso viento y el agotamiento de su propio cuerpo. Si esa chica resultaba ser el Salvador, tal como él sospechaba, su deber consistía en ayudarla y salvarla de cualquier peligro en el que se encontrara.
   Y eso es lo que haría.
   Al cabo de unos instantes, que se le antojaron interminables, pudo divisar en la lejanía del horizonte una luz  muy brillante, rojiza.
   Obligó a sus doloridas piernas a acelerar el ritmo, y sintió las desagradables acometidas de calambres en sus músculos, lo que provocó que perdiera el equilibrio. Las rocas del camino cumplieron su función, otorgando un apoyo antes de que el joven pudiera caer de nuevo.
   No obstante, la luz era una figura vaga que amenazaba con desaparecer.
   Daba la impresión de que cuanto mayor fuera el afán por alcanzarla, más se alejaría ella, como el juego cruel de una espantosa alucinación.
   -Está demasiado lejos...-murmuró-. No podré llegar jamás.
   La niebla se suavizó de repente, y el viento perdió parte de su intensidad.
   -¿No parece, a veces, que no estamos llegando a ninguna parte cuando, en realidad, sí lo estamos haciendo?-oyó preguntar Atreyu a una vocecilla aguda y chillona.
   Se volvió, sobresaltado, pero no pudo ver nada.
   -¿Quién eres?-preguntó.
   -¿Quién soy?-respondió la voz-. ¿Quizá un Wychesn?, ¿no podría estar, tal vez, a tu lado, en el suelo?.
   Atreyu quedó muy sorprendido.
   Había oído hablar de los Wychesn, por supuesto, pero jamás pensó que existieran realmente. Siempre había creído que se trataba de un cuento que las ancianas contaban a sus nietos para divertirles en las tediosas tardes de tormenta. Eran unos curiosos seres con un diminuto cuerpecillo de gusano que se retorcía sobre si mismo, adquiriendo forma de signo de interrogación. Se les conocía por su facultad de hablar a base de preguntas... por ese motivo, muchas de sus respuestas podían ser terriblemente confusas. Resultaban ser unas criaturas extremadamente inteligentes, tan inteligentes como extravagantes, pues sólo entendían aquello que se les decía también con frases interrogativas.
   Atreyu lo sabía, y por eso preguntó:
   -¿Sabes dónde está Fújur, mi Dragón Blanco de la Suerte?
   -¿No podría estar atrapado por la Hechicera Zámien?-fue la respuesta-pregunta del Wychesn.
   -¿Zámien?
   El gusanillo chasqueó sus labios, impacientemente:
   -¿Acaso no conoces a esa vieja urraca que se apropia de todo lo que considera bello, robándolo?
   -¿Cómo llegaré hasta ella?.-quiso saber.
   -¿No has pensado nunca que, a veces, para avanzar se debe retroceder?-dijo el gusano.
   Para avanzar hay que retroceder... pero, ¿cómo podía hacerlo?
   -¿Qué te parecería caminar al revés?-exclamó el Wychesn, como si pudiera adivinar los pensamientos de Atreyu.
   El joven, confiando en la pequeña criatura, lo hizo.
   Caminó de espaldas, alejándose de la luz. Poco a poco el viento fue perdiendo su fuerza por completo, cesando, y la oscuridad se desvanecía, deshaciendo su cuerpo de negrura. Extrañamente, la luz rojiza estaba cada vez más cercana.
   Atreyu miró al suelo y pudo ver al Wychesn, por fin. Ciertamente era un gusano, muy peludo, de color violeta, de tal manera que se confundía con las nubes del alrededor. Sus ojillos negros brillaban mucho, como si fueran dos fuegos fatuos.
   -¿Cómo podría agradecerte lo que has hecho por mi?-dijo Atreyu.
   El Wychesn quedó pensativo un momento, luego replicó:
   -¿Te ves capaz de impedir que Zámien continúe cometiendo crueldades?
   Atreyu dudó un instante:
   -¿Podría lograrlo?-preguntó algo indeciso.
   -¿No crees que eso depende de ti mismo?-respondió el gusano-. ¿Te sería de ayuda saber que sólo la belleza combate la fealdad, la bondad a la maldad... que podrías vencerla con algo bello de lo que no pudiera apoderarse?
   -Hay que vencerla con algo bello de lo que no se pueda apoderar...-repitió, pensativo. Algo bello e inalcanzable, por supuesto. Pero, ¿qué podría ser?
   -¿Tal vez un sentimiento verdadero y puro?
   El muchacho quedó sumido en vagas reflexiones unos momentos. Realmente no sabía lo que significaban aquellas palabras.
   -¿No crees que ya es el momento de que continúes tu camino?-exclamó el pequeño ser con su voz chillona-. ¿Piensas que la podrás vencer quedándote aquí sin hacer nada?
   Atreyu le miró, amistosamente:
   -Tienes razón-dijo.
   Y antes de alejarse de allí, le preguntó:
   -¿Volveremos a vernos alguna vez?
   La boca peluda del Wychesn se torció en una enigmática sonrisa:
   -¿Quién sabe?
   Pero eso no sería posible, ya que al simpático gusano le aguardaban otras aventuras en aquel mismo sendero... Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
   El muchacho se despidió del Wychesn y avanzó ( siempre caminando de espaldas, obviamente) hacia el resplandor rojizo.
   Pasados unos minutos, sus pies se detuvieron ante el fascinador brillo que había divisado en la distancia... resultó ser una especie de gigantesco muro de fuego. Parecía una enorme e inmortal hoguera, las llamas de la cual formaban lo que podían ser impresionantes torres y fortificaciones que se agitaban suavemente al ritmo del crepitar de las lenguas de fuego, aumentando su tamaño o decreciendo según el movimiento del suave viento.
   El chico lo miró todo, atónito.
   Rodeó aquel castillo, buscando una entrada o algo similar. Pero no halló nada, ni siquiera un pequeño ventanuco por el que poder escurrirse al interior.
-Debe existir algún modo de entrar-murmuró con expresión pensativa-. Del mismo modo que la puerta que conducía al Imperio de los Olvidos y al Lugar Correcto. Pero no sé cómo...
   Suspiró.
   ¿Cómo podía cruzar las llamas para atravesarlo, para entrar en la extraña fortaleza? Él no era mago ni tenía conocimientos de alquimia o brujería, por lo que le parecía muy difícil pensar en un sistema para penetrar a través del fuego evitando las seguras consecuencias fatales.
   En su interior notaba que al otro lado de los muros corría y palpitaba una corriente de fuerza terrible y desconocida, que crepitaba como los ondulantes movimientos de su castillo.
   -Es extraño-comentó en voz baja-; el muro parece de fuego y, sin embargo, no desprende calor...
   Acercó una mano con firmeza a las llamas, y sus delgados dedos sintieron que era algo frío y húmedo, como si en vez de ser fuego se tratara de una invisible cascada de agua. Con curiosidad, se miró la mano y  pudo comprobar que estaba verdaderamente mojada. Así pues, aquel era el secreto. Sólo entonces recordó las palabras del sabio y anciano Shimul en el Pabellón de Magnolia:
   -"En el fondo, nada es lo que parece; todo aquello que es sensible a nuestros sentidos físicos, es espíritu"
   En ese momento comprendió, al fin, lo que había querido decir con aquello: significaba que no debía fiarse de las apariencias externas, porque no todo es sólo lo que parece o pretende ser, y siempre se puede hallar algo más profundo en cada cosa o en cada criatura, por muy vulgar o fantástico que sea.
    Ante él se abrió lentamente un gigantesco portón de fuego.
   -Bienvenido, joven héroe-escuchó que le decía una voz gorgoteante que parecía provenir de las entrañas más profundas de la tierra-. Soy la Hechicera Zámien. Habéis tenido mucho valor para presentaros ante mi. Pasad sin miedo. No voy a haceros daño... al menos no por el momento.
   Atreyu dudó un instante, pero finalmente, con paso firme, entró.
   La estancia era totalmente diferente por dentro, como las grandes salas de un palacio de cuentos de hadas. Tules transparentes colgaban de la bóveda apuntada, y los pilares que sostenían la fortificación tenían incrustadas miles de figuras y formas, dibujos raramente hermosos, recargando las retorcidas columnas de increíbles filigranas. De las paredes colgaban pinturas y cuadros muy antiguos y valiosos. La única particularidad se hallaba en el suelo... era como si se flotase sobre una espesa niebla lilácea, muy similar a las nubes que rodeaban el camino de rocas.
   El chico observó las pinturas con admiración.
   -Son verdaderamente una auténtica obra de arte-dijo la voz de ultratumba, como si fuera capaz de adivinar lo que pensaba el muchacho-. Me ha costado años y años de búsqueda desesperada y tediosos viajes conseguirlas. Me apasiona la BELLEZA.. Y me divierte terriblemente coleccionar objetos BELLOS, es lo único que da sentido a mi aburrida existencia.
   En ese momento Atreyu se dió cuenta de que la única manera de ganar la partida a ese ser y averiguar dónde podían estar Fújur y la joven que había escuchado gritar, era intentar aliarse con ella y fingir.
   -Estoy de acuerdo con vos-respondió con un tono de voz exageradamente meloso-. Debo confesaros que a mi también me apasiona todo lo que sea bello o hermoso. Es una virtud que admiro en vos, el saber distinguir lo verdaderamente excepcional.
   La voz dio un graznido de satisfacción:
   -Me alegro. Tal vez os enseñe mi preciosa colección secreta de criaturas y objetos BELLOS.
   Parecía deleitarse con los sonidos de la palabra belleza, pues la repetía frecuentemente, pronunciándola con un énfasis casi enfermizo.
   -¿Una colección secreta?-repitió Atreyu con interés creciente.
   -Sí, en ella guardo todo lo más BELLO que logro conseguir en mis interminables viajes
   -¿Más espectacular aún que las exquisitas imágenes de estas pinturas?. Permitidme que lo dude.
   Aquello logró molestar a la hechicera, que era justo lo que el muchacho pretendía, y rugió furiosa, haciendo retumbar su voz en las paredes de fuego:
   -¡Nadie me llama mentirosa!
   Atreyu esbozó una mal disimulada sonrisa, satisfecho:
   -No era mi intención ofenderos, pero realmente me cuesta creer que exista mayor belleza que la que estoy contemplando en estos instantes.
   Reinó el silencio unos minutos en la estancia. Finalmente se escucharon unos profundos gorjeos que parecían ser un intento de risa:
   -Me gustáis, jovenzuelo-exclamó Zámien.
   -Soy vuestro más devoto admirador-respondió Atreyu con toda la humildad que pudo, haciendo una ligera reverencia-. Y mi único deseo es serviros hasta al fin de vuestros días.
   Zámien rugió de satisfacción:
   -No pensaba dejaros vivir tanto-rió-. Sin embargo, tal vez sea generosa con vos y no os mate hasta mañana. Hace tantísimo tiempo que vivo sola que me distraerá tener un poco de compañía durante unas horas... y vos, curiosamente,  me caéis bien.
   -Vuestras palabras me halagan, oh bella Zámien-contestó Atreyu, zalamero-.Si me lo permitís, sólo viviré para serviros y hacer realidad hasta el más pequeño de vuestros deseos y caprichos.
   En el silencio de la enorme sala, Atreyu podía oír perfectamente la respiración lenta y profunda de la urraca, ese desagradable sonido le envolvía. No tenía ni la menor idea de dónde podía encontrar a Fújur y al Salvador en aquel inquietante lugar, pero sospechaba que seguramente también ellos serían prisioneros de la Urraca Hechicera Zámien.
   Se le ocurrió una idea para averiguarlo:
   -Antes he visto dos seres realmente bellos para vuestra maravillosa colección, mi señora-dijo-. Un Dragón Blanco de la Suerte hermosísimo y un ser humano... una mujer de una belleza tan excepcional que podía asemejarse a una elfo de los bosques.
   Zámien volvió a reír y exclamó:
   -No os preocupéis por esos dos, pues ya forman parte de mi colección secreta. Y ya que mostráis tanto interés,  muy pronto vos mismo les haréis compañía.
   El chico retrocedió unos pasos, algo cohibido:
   -¡Oh, mi señora!-murmuró intentando parecer despreocupado y alegre-. Yo no soy tan bello como para merecer semejante honor.
   -Sí que lo sóis, joven héroe, ¿o acaso creéis que no os he reconocido, Atreyu de los Pieles Verdes?-respondió Zámien entre gruñidos-. Vos seréis una de mis más valiosas capturas, sin duda. Incluso he pensado donde os situaré: en un lugar privilegiado, junto a la joven muchacha que he atrapado hace apenas unas horas. Puedo afirmar sin temor a equivocarme que ambos seréis una de las piezas más preciadas que jamás tendré en mi poder.
   -¿Una muchacha?-repitió Atreyu con curiosidad. Tal vez se tratara del Ser Humano que le habían encomendado encontrar y proteger. Si fuera así su búsqueda habría finalizado.
   -Sí, una chica BELLÍSIMA de largos cabellos cobrizos que poseen el brillo del sol y del fuego, y con unos ojos azules que ya no volverán a brillar nunca más.
   Atreyu no respondió. Se había perdido en sus propios pensamientos, intentando averiguar de qué manera podría rescatar a la joven y a Fújur. El simpático gusanillo le había dicho que el único modo de vencer a la Urraca era con algo bello que ella no pudiera poseer... pero no sabía a qué podía haberse referido y necesitaba hallar una solución antes de que él mismo pasara a formar parte también de su terrible y cruel colección.
   –¿Véis la habitación de la derecha, la de las puertas de oro?-preguntó Zámien.
   Atreyu miró a su alrededor y pudo distinguir los gigantescos portones a los que se refería la urraca. Eran de oro macizo con incrustadas y elegantes filigranas de un color verdoso y debían medir más de diez metros. Se acercó a ellos e intentó abrirlos, pero a pesar de que recurrió a todas sus fuerzas, no pudo moverlos ni un ápice.
   -Ni la fuerza de los cien hombres más poderosos de Fantasía unidos podrían abrir esas puertas. Sólo existe una manera de hacerlo.
   -¿Cuál es?-quiso saber el chico-. Desearía poder entrar. Estoy seguro de que guardáis ahí dentro la belleza más exquisita que se pueda imaginar, ¿me equivoco?
   -No, no os equivocáis. Y por tener la exquisita virtud de ser capaz de valorar todo aquello que con tanto cuidado atesoro, merecéis que os revele la forma de entrar... aunque os impondré una condición a cambio: si no lográis superar la prueba que os exigiré realizar, os mataré.
   El corazón de Atreyu se aceleró, sin embargo dijo con decisión:
   -Acepto el reto. No tengo miedo.
   Hubo unos minutos de silencio que a Atreyu le parecieron una eternidad.
   Esperaba una prueba difícil, como tener que enfrentarse contra la propia Urraca Hechicera o algún otro ser terrible, pero estaba preparado para lo que fuera.
   Sin embargo, la prueba no consistió en luchar.
   -Destruye la belleza-gorjeó Zámien-. Mata reyes y princesas, campesinos y poblados enteros... devora las rocas milenarias y las flores y los bosques... derriba los palacios y los altos montes... Tiene el poder de hacer desaparecer la tristeza y al igual que la alegría, de enterrar ideas y esperanzas... nada escapa a sus terribles fauces... destruye la belleza.
   Atreyu se sorprendió. ¡El duro enfrentamiento consistía en responder un simple acertijo! Tuvo que controlarse para que no se le escapara una risita de alivio.
   Sin embargo, al no tener demasiada experiencia en esa clase de juegos le costó un poco encontrar la respuesta. Repitió mentalmente las palabras del acertijo varias veces, intentando buscar la respuesta adecuada.
   Finalmente dijo:
   -Sólo existe algo con el poder suficiente como para deshacer castillos, personas e ideas, y destruir la belleza... y es el paso del tiempo.
   Zámien rugió profundamente y no se pudo distinguir si era un gemido de satisfacción o de rabia.
   La pesada puerta de oro se abrió lentamente entre estremecedores chirridos.
   Atreyu tuvo que cerrar los ojos ante la luz deslumbrante que resplandecía tras los portones, pero era innecesario pues no dañaba a la vista...
   Aquel resplandor pertenecía a miles de hermosas figuras unidas y, sin duda, se trataba de una luz espectacular y maravillosa que Atreyu no olvidaría nunca mientras viviera y que seguiría viendo en sueños durante años.
   Entró muy despacio, observándolo todo con tal asombro que en su rostro, normalmente sereno y reservado, podían leerse sus emociones de una forma más que clara. Y en ese instante creyó comprender porqué Zámien estaba tan obsesionada por la belleza... aquel espectáculo de luz y color era absolutamente indescriptible, aunque no podía ni compararse con las figuras que allí se atesoraban... estatuas del más fino cristal, de todos los colores y tamaños: eran reproducciones de seres que poseían algo especial, una belleza inspiradora, cautivadora...
   La sala parecía ser también de cristal, como si estuviera dentro de un lago circular, pues redonda era, como una esfera, sin paredes ni esquinas.
   En su corta pero intensa vida, Atreyu había vivido miles de aventuras y, por tanto, visto muchísimas cosas, pero nada podía compararse con lo que en ese momento tenía ante si.
   Estaba maravillado y  lo observaba todo con los ojos muy abiertos, tan dominado por la admiración y la sorpresa, que casi había olvidado que su misión allí consistía en rescatar a Fújur y al Salvador. Por un momento casi fue tentado para quedarse en aquel extasiante lugar, con Zámien, envuelto por tanta maravilla, pero rápidamente deshechó aquella idea egoísta. Intentó superar la impresión que le causaba lo que le rodeaba y miró a su alrededor, tratando de encontrar las figuras de cristal de Fújur y la chica.
   Se olvidó casi por completo de Zámien, por eso dio un ligero respingo cuando escuchó que ella decía:
   -Veo que os habéis quedado impactado ante toda esta BELLEZA.
   Atreyu respondió en voz baja:
   -Es cierto, me ha impresionado mucho. Durante mis viajes por Fantasía he visto bonitos rincones, objetos hermosos, seres cautivadores... pero nada puede compararse con lo que vos poseéis en esta sala. No hay palabras para describir lo que mis ojos están viendo en este momento.
   Zámien emitió un sonido estremecedor que equivalía a un suspiro:
   -Para completar mi BELLA colección he tenido que dedicar a esta búsqueda décadas, incluso siglos... y muchísima paciencia. He atravesado la mayor parte de los innumerables países de Fantasía rastreando animales, personajes, seres BELLOS... conseguirlo ha significado para mi muchos años de calamidades, sufrimientos, esfuerzos casi sobrehumanos. Pero como puedes ver, realmente ha merecido la pena. Aunque existía un pequeño problema-dijo, tras una pausa-, necesitaba algo para evitar que tanta BELLEZA desapareciera, se marchitara, para evitar que el tiempo la destruyera. Y por eso decidí convertirlos en cristal... Es una buena solución y, por cierto, muy eficaz.
   Atreyu volvió a mirar a su alrededor, horrorizado.
   De repente aquel espectáculo le parecía tétrico. Era terrible ver todos aquellos seres y saber que tendrían que permanecer paralizados, con esa forma eternamente, para siempre... ¿Para siempre? ...quizá no. Tal vez existía una posibilidad de salvar a todos las criaturas indefensas recluidas en la sala de cristal.
   -¿Quedarán así indefinidamente-le preguntó a la urraca-, o pueden regresar a la vida, como antes?
   Zámien tardó unos instantes en responder, finalmente confesó:
   -Serán por siempre finas estatuas de cristal. Sólo podrían volver a existir si yo fuera vencida... pero eso es irnposible, ya que nadie que haya entrado a mi castillo de fuego ha vuelto a salir jamás.
   Atreyu paseó meditativo por la interminable sala.
   Y entonces se topó con Fújur, es decir, con un Fújur convertido en cristal plateado.La expresión del Dragón Blanco de la Suerte era de completa serenidad. Atreyu le acarició la cabeza con una mano indecisa, sintiendo el corazón encogiéndosele dentro del pecho.
   Vió que junto a su amigo se hallaba una joven aproximadamente de su misma edad, vestida con unas curiosas ropas. Al verla, Atreyu tuvo una especie de sobresalto, como si la reconociera... pero aquello era totalmente imposible. Estaba sorprendido ante el impacto que la imagen había tenido en él. El rostro cristalizado parecía mirarlo directamente a él, con expresión de súplica en sus labios entreabiertos, los cabellos ondulados caían como una cascada sobre los hombros y la espalda.
   En lo más hondo de su ser surgió repentinamente una calidez extraña, arrebatadora, una sensación que empezó a crecer y le embargó por completo. Se sentía confuso y aturdido por la intensidad de ese sentimiento desconocido.
   Intentó acariciarla, pero no pudo, como si rozarla estuviera mortalmente prohibido. No comprendía lo que le sucedía.
   -"Mi mano tiembla... ¿por qué siento este temor?..."-pensó. La miró un instante y notó cómo su corazón se aceleraba vertiginosamente-. "Creo que para despertar yo... debo despertarla primero a ella..."
   La contempló largo rato, incapaz de apartar la mirada de su rostro.
   -Te conozco... no sé cómo, pero te conozco... -susurró.
   Y en ese momento algo sucedió.
   De los ojos de la figura de cristal brotó milagrosamente una pequeña lágrima que rodó con suavidad, muy lentamente, por su mejilla, lanzando destellos multicolor al ir descendiendo. Atreyu quedó totalmente sorprendido al verlo y, acariciando con la mano el frío rostro de la chica, rozó la lágrima, que pareció fragmentarse en miles de brillantes y diminutas perlas, desapareciendo casi al instante. El joven alzó la mano y pudo sentir que la diminuta lágrima resbalaba entre sus dedos... el contacto era cálido... aquello no provenía de una estatua fría y sin vida. Bajo la fuerte coraza de cristal, la muchacha seguía sintiendo.
   Atreyu tomó una firme decisión: la salvaría de aquel lugar... y también a Fújur.
   -No podréis hacerlo, jovenzuelo-rugió en ese momento Zámien la Urraca, como si hubiera intuido los pensamientos del chico-. Jamás podréis liberar a esa muchacha. Pero no os entristezcáis por ello, valiente y aguerrido héroe, porque estaréis a su lado hasta el fin de los tiempos... también a vos os transformaré en figura de fino cristal y os situaré a su lado... Y, oh, cómo reiré pensando en lo que podría haber sucedido gracias a vosotros dos si yo no hubiese intervenido, la de leyendas y profecías que habríais cumplido... Disfrutaré enormemente al pensar que he destrozado vuestra historia cuando ni siquiera ha comenzado. Vosotros, estúpido e ignorante necio, seréis mi más preciado trofeo- y rió grajeando ante el horror de Atreyu-. He impedido que empiece una Nueva Historia Interminable...
   -¡No habéis impedido nada, Hechicera Zámien, porque yo os venceré y daré la libertad a todos los seres que mantenéis esclavizados!-exclamó con seguridad Atreyu, y su voz retumbó por toda la sala haciendo temblar el cristal. Miró un momento a la chica y a su compañero de aventuras, para infundirse serenidad.
   Hubo un silencio que pareció interminable. Podía escucharse la respiración lenta y entrecortada de Zámien, como un suave rugido.
   Atreyu quedó inmóvil. Reflexionaba sobre lo que le había dicho el Wychesn en el camino de piedras: lo único que podía vencer a Zámien era algo bello de lo que ella no pudiera apoderarse, un sentimiento verdadero y puro...
   Y, de repente, creyó saber con certeza de lo que se trataba: la amistad.
   Atreyu no conocía un sentimiento más importante e indestructible que el de la verdadera amistad.
   -Zámien-exclamó-. No deseo destruiros ni causaros ningún mal, os doy la oportunidad de que liberéis a todos los seres aquí atesorados por vos misma para que no me obliguéis a venceros.
   Zámien grajeó con furia contenida:
   -¡Insolente! Por muy valiente y astuto que seáis, pequeño salvaje, jamás podréis derrotarme. Nadie lo ha conseguido nunca y, sin embargo, han sido muchos los que lo han intentado... ¡Todos han muerto! ¿Eso es lo que deseáis?, ¿la muerte?
   Atreyu palideció ligeramente, pero no se rindió:
   -No, no deseo morir... es decir, no deseo morir si habéis de arrebatarme la vida a traición, tal como lo hacen los cobardes. Estoy seguro que todos los que han muerto a vuestras manos les ha sido arrancada su existencia por la espalda, ¿acaso me equivoco?
   Zámien tardó un poco en responder. Finalmente dijo:
   -No, no os equivocáis, pequeño héroe. Nadie, absolutamente nadie que me haya visto, ha vivido lo suficiente para contarlo
   Atreyu sonrió para si mismo, estaba satisfecho. Aquello era lo que necesitaba saber.
   -No os temo, ya  que en otro tiempo yo fui Nadie. Exijo veros.
   -Como deseéis.
   Apareció repentinamente, precedida por un rayo plateado de gigantescas dimensiones.
   Al verla, Atreyu notó un escalofrío recorriéndole lentamente la espalda.
   Zámien era un pájaro, una enorme urraca de monstruosas proporciones, de un color oscuro, negruzco, muy brillante. Y, a pesar de su colosal tamaño, se movía de un modo increíblemente suave y ondulante. Las pupilas negras profundas e intensas, desprendían destellos de fuego. Las impresionantes alas oscuras estaban extendidas y su largo y flexible cuello se inclinaba hacia abajo para poder observar mejor al chico.
   Emitió un rugido largo y estremecedor:
   -Aquí me tenéis-dijo.
   Atreyu pensó que era, tal vez, el ser alado más bello y tenebroso que había visto en su vida, mucho más que la mayoría de los que encontró en sus viajes por los distintos reinos. Pero tras aquella belleza se podía entrever que el corazón y el alma de Zámien eran duros y fríos como el cristal que utilizaba para  transformar a sus capturas.
   -Sóis muy hermosa-murmuró Atreyu.
   -Sí, lo sé-respondió ella complacida, con una sonrisa torcida-. Sóis el único que me ha visto en largos años, sin embargo no tiene ninguna importancia porque váis a morir... aunque debo deciros que me habéis caído en gracia y lamento tener que haceros esto.
   Ambos callaron, y durante un instante el silencio fue tan profundo que parecía como si el tiempo se hubiera detenido de repente... Atreyu, durante esa fracción de segundo, temió que estuviera equivocado y que su plan no tuviera ningún efecto contra aquel gigantesco ser de mirada penetrante y fría. Desde que atravesó la primera puerta del Oráculo del Sur, no había vuelto a experimentar el miedo, pero la sensación que inundaba su cuerpo le hacía temer lo peor.
   Zámien respiró profunda y pausadamente, expulsando por la boca una neblina de olor agridulce que mareó al joven al ser envuelto lentamente por ella. Sus músculos empezaron a entumecerse y un doloroso hormigueo avanzó por los dedos de sus manos hasta los hombros, agarrotándole las extremidades.
   Sólo entonces el chico se dió cuenta de lo que intentaba hacer el cruel pájaro negruzco... ¡Lo estaba congelado para convertirlo en estatua de cristal! Tenía que imperdírselo. Atreyu trató de huir de aquella prisión nebulosa con todas sus fuerzas, pero fue inútil. Era mucho más fácil dejar que su cuerpo descansase, sin esfuerzos. Empezaba a adormecerse...
   -Fújur...
   La voz de Atreyu era débil, sin fuerza.Cerró los ojos y la oscuridad se fue apoderando de él por completo, lenta pero inexorablemente. No sentía nada, tan solo cansancio y sueño.
   En esa oscuridad tranquilizadora divisó una silueta a lo lejos... una forma vaga e imprecisa que se acercaba a él con sinuosos movimientos, como si flotara en el aire. Atreyu creyó que se trataba de su imaginación, pero era una visión tan cautivadora que no hizo nada por tratar de despertar de aquel trance.
   -Atreyu, lucha.
   Como en un sueño lejano, aquella forma había hablado.
   Ahora el joven podía verla ante él con perfecta claridad. La belleza de esa aparición era casi sobrecogedora... se trataba de una niña de unos diez años cuyo cabello blanco y liso como la nieve se ondulaba como si de seda se tratase, las orejas se alargaban curiosamente y su esbelta y frágil figura estaba cubierta por una túnica también blanca, casi transparente... Pero lo que más impresionó a Atreyu de ella fueron sus ojos grandes y ligeramente rasgados, de un color indescriptible, como del oro viejo. ¡Cuánto se parecía a la Emperatriz Infantil...! Aunque no era ella.
   La niña empezó a mover los labios lentamente, como si emitiera algún sonido, pero Atreyu no podía escucharla... Volvía a estar terriblemente cansado. Ya no le interesaba la curiosa visión que tenía ante él, sólo deseaba descansar y dormir. Sabía que aquel era el sueño de la muerte y que si se abandonaba a él todo habría terminado para siempre, y Fújur y aquella chica de cristal no tendrían salvación...
   Atreyu obligó a sus piernas sin vida a moverse y rechazó el sueño con una voluntad de hierro. Al restablecerse la circulación le produjo un dolor intenso, pero lo aceptó de buen grado porque significaba que seguía vivo. Se dió cuenta que estaba tendido sobre la neblina.
   Intentó levantarse, pero le fallaron las fuerzas.
   -Debo lograrlo-dijo para disimular su creciente debilidad.
   Volvía a estar muy cansado. Si pudiera olvidarse de todo y dormir... La niña del blanco cabello le miraba serenamente; continuaba moviendo los labios. Atreyu hizo un esfuerzo sobrehumano para escuchar lo que decía. De repente le pareció oír a los lejos una vocecilla infantil, de sonido dulce y risueño y aunque no podía saber con toda claridad lo que decía, no le importaba, esa voz le daba fuerza.
   Oía algunas frases sueltas:
   -...no debes dejarte vencer... no puedo existir sin ti... si tú mueres yo nunca llegaré a vivir... sé fuerte, Atreyu, lucha... sé que puedes hacerlo...
   Entonces la niebla se volvió más intensa todavía y Atreyu se abandonó definitivamente a ella. Era inútil que intentara resistirse a aquella fuerza que lo dominaba y le obligaba a desear descansar, a no preocuparse por nada...
   La niña desapareció.
   Atreyu no sentía absolutamente nada, aunque sabía que pronto formaría parte de la cruel colección de la Urraca Hechicera, siendo una más de sus estatuas de cristal.
   No supo qué estaba pasando cuando, de repente, todo empezó a brillar, como en una explosión de luz y color. Sus oídos se llenaron con el sonido de miles de cristales al estallar. Todo aquel ruido logró que se despejara un poco y tuviera la fuerza suficiente para poder incorporarse.
   A partir de ese momento todo sucedió muy rápido... Atreyu escuchó un terrible y profundo gorjeo de dolor... un sonido intenso que dañaba al oído. Era Zámien.
   Se tapó las orejas. No quería escuchar aquel horror de muerte y destrucción. No sabía cómo, pero Zámien había sido vencida.
   Había sido vencida...
   Vencida...
   Y perdió el conocimiento.
aQUI VA EL SEGUNDO CAPITULO...
© 2007 - 2024 AtreyuSue
Comments4
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HadaMorgana's avatar
Wooow, ha sido precioso... cómo los dos saben que se conocen, (bueno, ella aún no ha hablado, sólo ha llorado de la emoción por saber que su amor está ahí mirándola)... ay, me encantaría que el amor fuera así de verda... ay... bueno, algún día nuestro caballero vendrá a rescatarnos y nuestra historia de amor será mucho más idilica que las películas de la década de los 50', jajajaja.